Consumismo En El Sector Del Automóvil

Son muchas, muchísimas las veces que en nuestro camino nos vamos topando con coches que inevitablemente se dirigen hacia un destino infausto, que languidecen poco a poco presas de dueños poco cuidadosos o de gustos cuestionables, víctimas del olvido o de la máquina imparable del consumismo, presas de unos propietarios que confunden la necesidad con el capricho o con la moda.
Cuántas son las veces que habéis escuchado a alguien pronunciar la frase “necesito un coche nuevo”?, cuántas veces la habéis pronunciado vosotros mismos?, cuántas veces la necesidad era real?, muy pocas.
Todos formamos parte de una sociedad que consume, consume, consume y tritura, tritura, tritura…
Tritura cosas que muchas veces tienen muchísimo más valor que aquellas que van a sustituirlas.
Qué tiene que ver esto con los coches?, muchísimo. Los coches son contemplados como simples fungibles, algo prescindible, de usar y tirar. Cuantos más coches tires más envidiado serás.
Necesito un coche nuevo?, probablemente NO. Los coches son mi pasión, ya lo sabéis. Los llevo en mi ADN y en mi alma. Mi pasión por los automóviles clásicos es una de las cosas que más feliz me hace en este mundo, junto con mi familia, mis amigos y mi trabajo. Me da muchísima pena ver como hay tantos y tantos coches que, aun teniendo muchísimas cosas que ofrecer, aun pudiendo dar servicio útil durante muchísimos años, aun teniendo atributos de sobra para convertirse en clásicos son desahuciados sin piedad, y sustituidos por electrodomésticos asépticos de bajo consumo y cada vez más parecidos a lo que se vende en el concesionario de al lado.
Incluso yo me he llegado a sorprender navegando por Internet mirando con ojos de deseo algún que otro “último modelo” de los que se nos ofrecen a través de los múltiples canales de publicidad que diariamente nos bombardean, mirando el precio con curiosidad o poniéndole tales o cuales llantas en el configurador.
Supone un pequeño esfuerzo, pero yo siempre trato de acordarme de aquel primer día, aquella vez en la que tuve completamente claro que quería “ese” coche, en la primera vez que me puse al volante, en la primera vez que lo enseñé a mis amigos, en las miles de cosas que me han pasado en compañía de mi coche, en lo precioso que sigue siendo y en que cada vez será más raro y exclusivo. Pienso en las cuentas que hice para comprarlo y en que al final cuadraron por arte de magia porque era más pobre que las ratas. En la primera vez que pasé al lado de un escaparate y vi mi reflejo orgulloso y satisfecho porque lo que era un objeto de deseo se había hecho realidad. Pienso en que es el mismo coche que en su día me ilusionó y en que para que el nuevo atesore todas esas vivencias tendrán que pasar 8, 10, 15 o 20 años… y entonces, instantáneamente, se me quitan las ganas de cambiarlo por uno nuevo. Yo les cojo cariño a mis coches… y no les juego malas pasadas. Mi coche no es un coche viejo, es un coche mimado y cuidado que ha crecido conmigo y al que le debo muchas cosas.
Son muchas las veces que una avería del aire acondicionado, una pequeña fuga de aceite, un defecto de pintura o un ruidito persistente nos pueden servir de excusa para cambiar de coche. Son coches que podrían dar muchísimos más años de servicio fiable sometiéndolos a una pequeña reparación, invirtiendo algo de dinero en ellos, mimándolos un poco. Pero no, el engranaje debe seguir girando… consume, consume, consume, tritura, tritura, tritura…
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